Por qué la ayuda internacional es esencial para el éxito de los Objetivos Mundiales

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Image: WaterAid/Ernest Randriarimalala

Los Objetivos Mundiales han sido acordados, ahora debemos asegurarnos de que se puedan financiar y realizar. John Garrett, analista sénior de políticas de WaterAid para Finanzas para el Desarrollo, discute el apoyo vital que la ayuda externa proporcionará.

El reciente éxito del economista británico Angus Deaton al ganar el Premio Nobel de Ciencias Económicas ha generado más debate sobre el papel y el valor de la ayuda internacional. El profesor Deaton es un fuerte opositor de la ayuda exterior, pues argumenta que a menudo empeora la política en los países en vías de desarrollo, y hace hincapié en la importancia de limitar el comercio de armas, mejorar el acceso al comercio y apoyar un mayor financiamiento para el estudio de las enfermedades tropicales y la atención médica.

Es cierto que la comunidad internacional necesita avanzar mucho más en estos temas como parte de una política de salud y desarrollo coherente, pero la ayuda también es una parte esencial del financiamiento para muchos de los países más pobres. También puede ayudar a mejorar la política cuando se centra en fortalecer las instituciones, mejorar la gestión financiera pública o apoyar a la sociedad civil local para que los gobiernos rindan cuentas.

Falta de dinero, no de voluntad

En su artículo, el profesor Deaton hace un relato en el contexto de la crisis del ébola de África Occidental de los gobiernos “que se preocupan poco” por los sistemas de salud crónicamente desorganizados y con fondos insuficientes. Esto tergiversa la situación; es mucho más una cuestión de baja capacidad y falta de recursos financieros y humanos disponibles que está frenando el progreso.

Post-conflict communities like Kaeweken in Liberia faced enormous challenges rebuilding administrations and institutions.

Los países que han sufrido conflictos como Liberia y Sierra Leona enfrentaron enormes desafíos para reconstruir administraciones e instituciones destrozadas tras sus guerras civiles. En un contexto de pobreza generalizada y bajos niveles de ingresos públicos, la ayuda internacional desempeñó un papel fundamental en la reconstrucción y la recuperación: mediante el financiamiento del desarme, la desmovilización y la reintegración de excombatientes, incluidos niños soldados; la inversión en el sector educativo con la reconstrucción de escuelas; el suministro de infraestructura esencial de agua y saneamiento; y el fortalecimiento del sistema jurídico mediante la construcción de tribunales y la formación del personal.

En el periodo posterior al conflicto de Sierra Leona, la Asociación Internacional de Desarrollo del Banco Mundial apoyó el restablecimiento de las funciones más esenciales del sector de salud en los distritos devastados por la guerra y desatendidos, con lo cual se rehabilitaron y equiparon los centros de salud y los hospitales de distrito, y se ocuparon los puestos de atención médica. Aunque las respuestas nacionales e internacionales al ébola fueron demasiado lentas e inadecuadas —y hay lecciones que aprender—, el impacto del brote habría sido, sin duda, mucho peor si no hubiera sido por el apoyo internacional de la ayuda multilateral y bilateral proporcionada en los años posteriores a la guerra civil y durante la misma crisis.

Comenzar a abordar el desafío

En septiembre de este año, los gobiernos de todo el mundo se comprometieron con la Agenda 2030 de las Naciones Unidas, el primer acuerdo mundial que establece un marco universal e integral para erradicar la pobreza y lograr el desarrollo sostenible para 2030, incluidos 17 Objetivos Mundiales de Desarrollo Sostenible (GG). Proporcionar los medios necesarios para implementar esta agenda será uno de los mayores desafíos del siglo, y en muchos ámbitos requerirá nada menos que una transformación económica y financiera del periodo de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. La Agenda de Acción de Addis Abeba adoptada en julio en la Tercera Conferencia sobre Financiamiento para el Desarrollo es un buen comienzo, pues se reconoce la necesidad de un cambio gradual en la movilización de recursos: a nivel nacional, internacional, público y privado.

Desde luego, esto es cierto para el Objetivo 6, garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos, donde las brechas de financiamiento de los países en vías de desarrollo alcanzan potencialmente los USD 39 mil millones al año. En Madagascar, por ejemplo, el 86 % de la población carece de un saneamiento seguro y, con el 88 % de la población que vive en la extrema pobreza y los ingresos anuales del gobierno por persona que solo son de $133, el margen para la inversión y el gasto de los hogares y el gobierno está extremadamente limitado. Por lo tanto, la ayuda internacional es una fuente fundamental de financiamiento para Madagascar, al igual que para muchos otros países menos desarrollados y de bajos ingresos.

La movilización de recursos internos, las remesas, la inversión extranjera directa y los préstamos tienen un papel clave que desempeñar en el financiamiento de los ODS, pero son insuficientes por sí solos para lograr la universalidad, que es el centro del marco 2030. Como muestra el informe de 2015 de WaterAid Elemento esencial, para más de una cuarta parte de los países, las ambiciones de una nueva y audaz agenda de erradicación de la pobreza fracasarán, y el objetivo de un mundo en el que todos disfruten del derecho humano fundamental al agua y al saneamiento no se cumplirá, a menos que se dé un nuevo impulso a la ayuda internacional.